La vejez de Homero. El retrato del poeta griego, realizado (inventado) en el año 460 d.C., debía producir un fuerte contraste al lado de las estatuas de los héroes, siempre dotadas de un cuerpo hermoso y joven según el ideal ético-estético de la kalokagathia (-->). En una sociedad que exaltaba la juventud y consideraba negativamente la vejez, Homero se imagina como un anciano en pleno decaimiento físico: la ceguera queda subrayada por los párpados cerrados, las mejillas denotan el paso del tiempo y la calvicie es disimulada bajo un complicado peinado. La vejez de Homero es una metáfora de la sabiduría, de aquella profundidad de juicio que sólo se obtiene en la edad tardía.
Los posteriores <retratos inventados> de Homero acentuaron los signos de la vejez y decrepitud del poeta. De esta forma, se fue fijando, mediante un esquema preciso, la iconografía del sabio y, por derivación, del intelectual. Por tanto, no es casualidad, sino una adaptación a este estereotipo, que ningún poeta, filósofo o pensador griego haya sido representado en edad juvenil.