El concepto de paradigma subraya el carácter político de la ciencia, en contraste con la visión tradicional que vio en ella un valor absoluto. Es significativo el uso del término revolución, surgido en el ámbito científico para designar el movimiento de los planetas, aplicado luego a la política (en el sentido de catástrofe social) y ahora, quizá por su doble significado, empleado intencionadamente por los epistemólogos. Un buen ejemplo del valor ideológico de los paradigmas es la imagen reproducida, del s. XVI, en la que el absolutismo de la reina Isabel se sostiene gracias a la identificación entre su buena política y la tradicional visión ptolemaica del cosmos, asumida aquí no en su sentido astronómico, sino como paradigma ideológico general.
La propuesta de T. Digges, formulada a comienzos del s. XVII en plena revolución astronómica, es un ejemplo de ciencia en período de crisis. Digges trató de conservar la antigua visión ptolemaica de un sistema solar cerrado y compacto, pero la ubicó dentro de un espacio infinito en el que hay infinitas estrellas diseminadas.
Las nociones de paradigma y revolución científica se mostraron fecundas en otros ámbitos del saber. J. Piaget las utilizó en la epistemología genética (-->) para describir el desarrollo de la capacidad intelectual del niño. El ejemplo muestra cómo el proceso de adquisición de la perspectiva (dibujo de la derecha) conlleva una confusa fase <revolucionaria> (dibujo central), una auténtica crisis respecto al punto de partida (izquierda).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO